jueves, 22 de febrero de 2018

"American Gods: Sombras nº 3" de Gaiman, Russell, Hampton y Simonson

En esta tercera entrega de "American Gods" publicada por Planeta, que contiene el material original de Dark Horse aparecido en American Gods: Shadows #3 USA, continua el viaje del señor Wednesday y Sombra. Después del funeral de su esposa y el encuentro en el número anterior con el Chico Tecnológico, Sombra relata su charla con éste en la limusina a Wednesday, que parece saber de quién se trata. En el motel de Eagle Point, Sombra cae dormido, mientras tiene un sueño en el que aparecen inquietantes estatuas, representaciones sobre antiguos dioses olvidados. Un escalofrío lo despierta de su pesadilla, para descubrir que Laura, su esposa fallecida le hace una visita, con la que mantiene una conversación sobre las causas de su muerte y su infidelidad. Tras marcharse Laura, Sombra se queda pensando en esta aparición.
Un interludio nos narra cómo llegaron los vikingos de los pueblos del norte de Europa hasta América y se asentaron, encontrando a un miembro de las tribus indígenas, al cual sacrifican para sus dioses. Los nativos vengan la muerte de su compañero matando a todos los nórdicos.
El viaje de Wednesday y Sombra continúa, llegando a Chicago donde visitan a una extraña familia del este de Europa formada por un hombre, el señor Czernobog y tres mujeres, las hermanas Zorya que parecen adivinar el futuro. Tras una conversación de Wendesday con Czernobog, algo irrita a éste por lo que pregunta a Sombra si quiere jugar a las damas, comenzando una partida.
Neil Gaiman prosigue con el misterioso viaje de Wednesday acompañado por Sombra, encontrando en el camino a su esposa y mostrando como éste también tiene sentimientos, todo rodeado de una atmósfera enigmática. Por otra parte, los personajes de Czernobog y las hermanas parece que tendrán importancia para los planes Wednesday. Scott Hampton plasma la narración de Gaiman de manera perfecta, con un dibujo claro que parece pintura. El interludio sobre los vikingos corre cargo de Walter Simonson, que mantiene su trazo inconfundible.

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